José Ortega y Gasset


               José ORTEGA Y GASSET[1]




Biografía: Nace y muere en Madrid, de 1883 a 1955. Estudia Filosofía en la Universidad de esta ciudad y después viaja a Alemania donde completa sus estudios en las universidades de Berlín y Marburgo. En ésta última entra en contacto con la corriente neokantiana de manos de su maestro Cohen. A su regreso a España en 1911 ocupa la cátedra de Metafísica de la Universidad Central de Madrid. Desde la Universidad y los periódicos y revistas en los que colaboraba (El Imparcial, …) o que él mismo fundó (El Sol, Revista de Occidente). En torno a su figura se reunen en estos años toda una serie de pensadores que más adelante serán conocidos como la Escuela de Madrid. Este grupo estuvo constituido por el propio Ortega así como entre otros por X. Zubiri, J. Gaos, M. García Morente y Julián Marías.

Participó activamente en la vida política española y como pensador liberal apoyó la proclamación de la Segunda República. Fue un firme defensor de los principios republicanos al mismo tiempo que uno de los mayores críticos al parlamento republicano español. Su oposición a la dictadura le obligó al estallar la guerra civil a abandonar España. A partir de entonces reside en Francia, Paises Bajos, Portugal, Argentina y Alemania. Regresa a España el mismo año de su muerte.

Obras Principales: Meditaciones del Quijote; La Rebelión de las Masas, España Invertebrada, El Espectador, El tema de nuestro tiempo, Qué es filosofía.

Marco Histórico: Primera mitad del siglo XX.

Toda la primera mitad del siglo XX está marcada por el proceso de industrialización de las décadas anteriores, la aparición de las masas y el aumento de tensión por las desigualdades sociales. Los nuevos procesos de producción, las nuevas formas de trabajo, se imponen haciendo necesaria la adopción de nuevos regímenes y formas políticas. Es un periodo de inestabilidad social y política en el que la lucha por los mercados y el control de las antiguas colonias lleva a la toma de medidas desesperadas. El desencuentro entre las antiguas formas y los nuevos ordenes sociales encamina a muchas naciones hacia discursos totalitaristas de integración de los trabajadores en el Estado.

1898 Perdida de las últimas colonias españolas en Filipinas y Cuba.
1900 - 1922 Movimientos sociales de Masas: Fascismo, Anarquismo, Sindicalismo, Comunismo, …
1914 – 1918 Primera Guerra Mundial.
1917 Revolución Rusa.
1923 Dictadura de Primo de Rivera.
1929 Descubrimiento de la Penicilina por Dr. Flemming
1931 La Segunda República:
1936 – 1939 Guerra Civil Española.
1939 – 1945 Segunda Guerra Mundial.
1949 Proclamación de la República Popular China.

- Pintura: Las Vanguardias: Picasso, Braque, Gris, Dalí, Klimt, Grozs, Dix, Ernst, Klee, Kandinsky, Munch, Nolde,…
- Música: Puccini, Falla, Granados, Stravinsky, Shostakovich, R. Strauss, Mahler, Ravel, Debussy.
- Literatura: Generación del 98 (Valle Inclán, Unamuno, Azorín, A. Machado, Baroja), Generación del 27 (Juan R. Jimenez, Lorca, Aleixandre)Rubén Darío, A. Malraux, A. Guide, H. Miller, E. Hemingway, A. Camus, S. Beckett, T.S. Eliot, …
- Cine: Chomon, Chaplin, Einsenstein, Lang, …
- Ciencia: Flemming, Einstein, Schrödinger, Bohr, Heisenberg, Ramón y Cajal, Freud, Pavlov, Marañon.

Pensamiento: Spengler, Husserl, Heidegger, Proudhon, Sorel, Lenin, Menendez Pidal, Gomez de la Serna


¿Qué es filosofía?

La filosofía es constitutivamente necesaria al intelecto y tiene como función esencial la búsqueda y la captura del Todo como tal.
El hombre no se contenta con tener conocimiento acerca de aquello que mediante la experiencia se halla ante nosotros. La razón de la filosofía es por el contrario una actitud de rebeldía radical frente a la inmediatez de la conciencia ingenua que se contenta y hace gala de lo que es dado y está patente. Filosofar consiste en la búsqueda del mundo en su integridad o totalidad, en una pretensión de alcanzar la comprensión de aquel más allá en el cual se encuentra fundamentado el aquí inmediato.
Lo dado, que para otro tipo de conocimiento (ciencias fisico-naturales) aparece como suficiente en sí, es considerado por la filosofía como insuficiente, fragmentado y su existencia carente de fundamento, de modo que ha de remitirlo a algo que no es ello mismo. A este ser fundamental es a lo que aspira la filosofía, a aquello que fundamenta el ser de lo dado, es decir, el ser fundamental del mundo.
-    Filosofar es plantearse un problema absoluto, es decir, no partir de creencias previas y aspirar al conocimiento racional radical, es decir, de las esencias.
-    Se da bajo un imperativo de autonomía, esto es, se renuncia a apoyarse a nada anterior.
-    Además tiene carácter universal, o lo que es igual se trata de una pantonomía: no da la espalda al mundo sino que trata de conquistar el sentido último de la realidad total.
-    Es un conocimiento teórico y racional, trabaja con conceptos.


Perspectivismo: crítica al realismo, al idealismo y al relativismo.

El sujeto no es el eje en torno al cual gira la realidad, es decir, no es el que determina el encuentro con las cosas otorgándole el ser a la realidad al aplicar ciertas categorías de existencia. Sin embargo sí que el sujeto establece cierta selección de las impresiones entre lo dado. El sujeto no consiste en una abstracción desde la cual quede determinada la realidad sino que es en sí resultado de un proceso concreto denominado vida.

Intenta Ortega superar con la teoría del perspectivismo, el racionalismo y el relativismo imperantes a lo largo de la historia de la filosofía. El racionalismo afirmando que el pensar coincide completamente con el ser, se vio abocado a convertirse en  idealismo (de Platón a Kant); según esto se defiende que el ser humano es de naturaleza racional y que mediante sus disposiciones  intelectuales innatas es capaz de descubrir  las esencias universales e inmutables de las cosas, válidas para todos los tiempos y para todas las personas. Pero al obrar de este modo el racionalismo se olvida de la tarea real del conocimiento y pierde de vista el auténtico criterio de verdad.
En el racionalismo hemos de distinguir dos etapas principales, aquella que podría denominarse realista (Platón y Aristóteles) y aquella otra que surge como esfuerzo por superar el error realista, esto es el idealismo que culmina con la filosofía alemana de Kant. Según los antiguos todos los seres se encuentran en posesión de su ser-esencia-naturaleza, es decir, son substancias o cosas. De modo que cuando nos proponemos conocer algo no tenemos más que ir en busca de la esencia que se manifiesta y está contenida en la cosa. Luego es posible mediante el uso de la razón llegar a la Verdad de la cosa.
El idealismo sostiene que el modo de concebir la existencia de los seres desde el realismo es completamente erróneo. Consideran que en ese encuentro entre cosas aquellas que podemos considerar sujeto de conocimiento son las responsables del ser de aquellas otras que llamamos objetos de conocimiento. En el encuentro entre sujeto y objeto la cosa viene a ser como fenómeno al ser objeto de las categorías de la sensibilidad y el entendimiento que están en posesión del sujeto de conocimiento. De modo que el ser de la cosa-fenómeno no es algo que dependa de la cosa sino que está en dependencia directa de la acción de conocimiento del sujeto sobre el objeto.

Por su parte el relativismo, opinando que el ser humano y su razón es singular y concreta (fruto de la experiencia empírica), defiende que el pensar nunca o casi nunca coincide con el ser de aquello que se pretende conocer y, de ese modo, se ve abocado al escepticismo (empirismo radical) y a la negación de una verdad respecto al ser de las cosas. Según dicha corriente filosófica, cada cual posee su verdad (relativa) y nunca existirán Verdades universales válidas (absolutas).

Ante ambas posiciones Ortega afirma el perspectivismo. La auténtica realidad y el auténtico conocimiento de ésta son siempre perspectivisticos. La realidad es una cuestión de perspectiva, es decir, “del lugar (vital) que el sujeto ocupa”, las  circunstancias ante las que se encuentra y ante las que se ha encontrado, esto es, que le rodean. El sujeto tal y como era pensado por el Idealismo es algo abstracto. El sujeto es un ente vital que ocupa un lugar particular respecto al objeto de modo que no existen dos sujetos iguales. La razón no solo está en posesión de categorías innatas genéricas, sino que también está condicionada por el lugar ontológico que ocupa el sujeto; de modo que este sujeto es un individuo singular.
Así pues esa realidad que surge en el encuentro entre el objeto y el sujeto es única, y esa realidad encontrará su fundamento en la realidad radical que sirve de “lugar ontológico” (Yo soy yo y mi circunstancia…, deic en “Meditaciones del Quijote”) ) desde el cual el sujeto se relaciona con el mundo. La realidad se ofrece en perspectiva y el sujeto se dirige hacia ella igualmente desde su situación concreta y particular, o lo que es igual, vital. El resultado, el encuentro, ese momento vital, será/tendrá un sentido en función de la vida o realidad radical en que se esté dando.
La verdad es siempre parcial, lo cual no significa que sea relativa, sino que en cada caso es la que es, o sea, que además de parcial es absoluta. Lo que ocurre es que no es completa; así pues, las verdades completas no se pueden alcanzar y las verdades universales e intemporales que sostenían los racionalismos e idealismos son meras ficciones. Solo un Ser abstracto podría llegar a poseer conocimientos de esta clase, válidos para todo tiempo y lugar; pero las personas han de conformarse con conocimientos históricos, circunstanciales y perspectivísticos.


La Vida como realidad radical.

El ser humano en tanto que sujeto de la realidad es siempre una vida. La vida es la realidad radical, aquella que es fundamento del sentido que surge en el encuentro entre un sujeto y el resto de los objetos. De modo que será desde la Vida o realidad radical desde donde podrán justificarse y entenderse el resto de las realidades que vienen a ser. Frente al realismo Aristotélico que insistía en la naturaleza de las cosas y frente al idealismo kantiano que presentaba a un sujeto con unas categorías sensibles y racionales en las cuales se fundamentaba el encuentro con las cosas en tanto que fenómeno, Ortega en cambio considera necesario partir de las categorías vitales o biográficas del sujeto. Sólo desde estas puede comprenderse las nuevas experiencias o encuentros de la persona con el mundo.

Es muy difícil caracterizar la vida humana, pues por una parte no está toda vida es singular y concreta, pero al mismo tiempo se encuentra vinculada a otras muchas vidas en el curso histórico. Normalmente utilizamos para caracterizar una vida categorías generales aplicables a la pluralidad de individuos. Ello implica cierta cautela a la hora de aplicarlas a casos concretos de modo que en cada ocasión dicha aplicación deba hacerse con extrema sutileza para preservar la singularidad de la persona en cuestión y conocer la realidad radical que está de fondo vertebrando todas sus experiencias.

Sucede que la vida, como realidad radical, nunca es plena realidad, es decir, no esta cerrada o acabada. La vida tiene la doble funcionalidad de aparecer como condición de existencia presente y futura, es decir, como fundamento de lo que soy y de lo que puedo llegar  a ser. En un sentido determina y en otro dispone de manera indeterminada a la persona a determinarse en el futuro. En otras palabras, el pasado en tanto que se encuentra integrado en nosotros constituyéndonos como persona, determina ciertas posibilidades futuras de ser ,al mismo tiempo que nos arroja a  tomar decisiones libremente, es decir, nos coloca en la situación de tener que proyectarnos de alguna manera hacia el futuro. De modo que la vida siempre es problemática en tanto que al no ser plena nos arroja a la libertad.


La Razón: De la Razón pura kantiana a la Razón Vital (El Raciovitalismo).

El racionalismo ilustrado del idealismo alemán (Kant, Hegel) sostiene que del uso de los conceptos puros de la razón/entendimiento o categorías reciben las proposiciones su valor. De este modo se impone a priori un conocimiento ideal a la experiencia empírica, siendo aquella el fundamento del sentido de ésta. La lógica a priori estará en la raíz del conocimiento empírico determinando la cosa y lo que la cosa tiene que ser. Por tanto el encuentro ya no será entre cosas sino entre una cosa llamada objeto y otra que por sus capacidad para determinar este encuentro y lo que de él sale como realidad o sentido, será llamada sujeto. Según el idealismo el ser de la cosa es algo que tiene su razón de ser en el sujeto que la conoce.
Ortega reconoce la importancia de la crítica del idealismo al realismo pero frente a la defensa de aquella razón pura de la corriente neokantiana, cree necesario su superación. La razón pura resulta a su entender válida sólo para conocer aspectos universales (lógico-abstractos) de las cosas pero en tanto que objetos no históricos sino humanos, es decir en tanto que objetos propios del conocimiento científico. Por el contrario acerca de la verdad de las cosas quedaría mucho por decir, pero la razón pura no tiene competencia para hacerse cargo de esta dimensión de los objetos, el sentido o el ser histórico de las cosas. Por ello propone una razón histórica, capaz de captar las actividades humanas, el hacerse y el sucederse de los hechos del ámbito humano.

Ambas razón pura y razón vital son aspectos de una única razón, la razón vital. Ésta intenta captar y revivir todo aquello que posee significado, tanto lo abstracto como lo concreto. Pretende conocer cualquier realidad tal y como es, en su pleno sentido, en su singularidad y en su racionalidad o irracionalidad.



La naturaleza histórica del ser humano. La libertad, el ser humano como proyecto.

 
La idea de que el ser humano es heredero conlleva anejas otras ideas sobre el hombre que Ortega va a desarrollar: 1ª, que el ser del hombre consiste en su mutabilidad; 2ª, que esa mutabilidad se puede estudiar en la historia, y 3ª, que, por ser un animal mutable e histórico, puede aumentar o dilapidar el caudal cultural heredado de sus antepasados. La sistematización de estas tres ideas será la que dé razón de la naturaleza histórica del hombre.
Y precisamente por ser un animal heredero, mutable e histórico, es por lo que está en las manos del hombre de cada época dilapidar o incrementar la herencia recibida. En esta idea de que el hombre puede perder o incrementar dicha herencia hay una crítica implícita a la idea – que llegó a ser creencia – decimonónica de la posibilidad de un progreso intelectual continuo del hombre. La sistematización de las tres ideas sobre el hombre a las que se ha hecho referencia es lo que va a permitir a Ortega ensayar una nueva definición de éste que ya no haga referencia a una naturaleza inmutable, de cualquier tipo que ésta sea, sino a la historicidad del hombre originada en su específica plasticidad:
En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene … historia. O, lo que es igual: lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia – como res gestae – al hombre (O.C., VI, p. 41)
Por no tener una naturaleza prefijada de antemano, sino que el hombre de cada época está constituido por lo que ha heredado de la historia y por lo que él hace de sí mismo, es por lo que Ortega puede hablar del hombre como “mera potencia”. El recurso al término aristotélico “potencia” es sumamente acertado para expresar la idea ortegueana de la plasticidad del hombre, porque este ser, que nace – individual y socialmente – como un animal sin ninguna marca definitiva, tiene en sus manos el llegar a ser infinidad de cosas. Por ser el hombre mera potencialidad indeterminada, en él, el paso de la potencia al acto no tiene un solo sentido, sino que puede tener (y de hecho los tiene) infinidad de ellos. El hombre puede ser muchos “actos”.
Por radicar la naturaleza del hombre precisamente en no tener ninguna, sino en ser un animal heredero de la historia, plástico y con capacidad de hacerse a sí mismo, hay que entenderlo como el fruto de la relación entre el pasado y el futuro. Lo que el hombre haga de sí mismo y sus proyectos para el futuro son una “función” del pasado, entendiendo el término “función” en un sentido análogo al matemático.
De modo que, para Ortega, el recuerdo del pasado no es un don que haya sido otorgado al hombre, sino una potencialidad que el hombre ha desarrollado para enfrentarse a sus necesidades del futuro, que no le vienen resueltas como al animal:
No, el hombre no tiene pasado porque es capaz de recordar sino, al contrario, ha desarrollado y adiestrado su memoria porque necesita del pasado para orientarse en la selva de posibilidades problemáticas que constituye el porvenir … Por eso he dicho que se trata de una ecuación, y toda ecuación expresa una función en el sentido matemático de la palabra. En efecto, nuestro pasado es función de nuestro futuro (O.C., IX, p. 654)

Por último, el hombre en tanto que heredero, sujeto que encarna una vida en juego se encuentra determinado por ella. De modo que esta limitación le pone en la disposición de desde su encarnación proyectarse en el futuro y mediante el uso de su razón hacerse cargo de los acontecimientos presentes que son resultado de esa vida en curso, orientando como plan o proyecto el curso futuro. La Vida, esa realidad radical es aquello que está vertebrando a la persona y que le confiere el poder de la libertad.



[1]              Los siguientes apuntes han sido redactados a partir de los estudios de Ortega y Gasset recogidos en las siguientes materiales didácticos: Historia de la Filosofía de Julián Marías; Historia de la Filosofía de los profesores Navarro Cordón y Calvo Martinez, Historia de la filosofía de Abad Pascual y Díaz Hernández; José Ortega y Gasset por José Lasaga Medina en Ediciones del Orto.

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