AGUSTÍN DE HIPONA
(354-430 d.C)
Ontología y antropología.
El problema del mal. (De libero arbitrio)
San
Agustín se desvincula de la concepción maniquea rechazando el Mal como una fuerza activa que interviene en la
determinación de los hechos (y negando también su principal consecuencia: Dios
sería un ser limitado)
El mal es entendido como la ausencia de bien/ausencia
de ser y esto es causa del el dolor del mundo. Sus vínculos con la filosofía
(intelectualismo moral clásico) permiten decir que esta ausencia de bien no es
más que el resultado de la ignorancia. Si el hombre obra mal es por un doble
hecho, a saber, en tanto que ser finito (por tanto con límites para saber la
verdad absoluta), así como en tanto que ignorante respecto a la verdad que le
es posible llegar a conocer y que Dios le dispone. La primero no puede
solucionarse más que dios amplíe nuestro conocimiento; la segunda puede
remediarse mediante la introspección.
Ahora
bien, además los hombres arrastran el pecado original desde Adán y Eva,
que no es otro que el de obrar
contrariamente a la ley o voluntad divina disponiendo del libre albedrío
y conociéndola, es decir, sabiendo lo que debe ser hecho, el Bien. Es entendido
como una falta o debilidad que está en su condición humana pero que no tiene
por qué ser la fuente de su acción. Podemos poner medios para evitarla y
estamos moralmente obligados a ello si disponemos de fe o amor en la Verdad y
la justicia. Dos creó al hombre con libre albedrío y con la posibilidad de la
caída. Dios sabía además que el hombre caería pero sabía también cuando
lo creo que de esta caída saldría un bien mayor en su Creación que el que
hubiera habido en ésta de no haber dotado al hombre de ese libre albedrío.
Sobre la trinidad: (De Trinitate)
Dios es uno y trino, es decir, es una sustancia que se manifiesta bajo
tres formas o maneras:
- Como Espíritu Santo: es la verdad absoluta.
Hay que entenderlo como el Verbo (logos); la verdad plena similar a la
idea platónica, es decir, fundamento metafísico (eterno, inmóvil, imperecedero)
de la realidad (física).
- Como Padre: la sustancia divina entendida
como fuerza creadora que da lugar al mundo desde la nada (ex nihilo),
esto es desde sí mismo. [Toma el principio creador platónico del Demiurgo pero
en esta ocasión no crea a partir de la observación del mundo de las ideas, sino
desde sí mismo]. La creación es instantánea y total. Con ella se inaugura el
tiempo, visto como algo lineal con principio y fin, es decir, no eterno (ab
aeterno). La Creación se despliega en el tiempo -concepción histórica- de
acuerdo a los principios seminales (ideas) que Dios ha dispuesto en ella, el
ser que hay en cada ser. Cuando en el tiempo los seres de la creación no se
despliegan según su ser o fundamento la Creación se despliega contrariamente a
su fin.
- Como Hijo: Jesucristo. Es el Verbo hecho
carne (materia). Es la verdad que se presenta en el mundo; la perfección
encarnada, el bien o la justicia ya no como un hecho metafísico sino como algo
físico, luego un referente imposible de ignorar por parte de los mortales.
Cristo no solo se ofrece como verdad encarnada para quien no tenía fe en la
existencia de la verdad, el bien y la justicia, sino además como ejemplo del
conocimiento de sí, o guía interior que el hombre puede emplear en su
introspección y como ejemplo de hombre que sigue la ley de Dios.
Sobre el conocimiento (Las Confesiones)
De la fe a la razón y de la razón a Dios. “Creo
para comprender, y comprendo para creer mejor”.
Aquellos
que tengan fe en la verdad (presupuesto de la existencia de lo verdadero)
estarán en disposición para emprender su búsqueda. La fe es esa experiencia
espiritual que presenta la existencia de la verdad, aunque no su contenido como
algo evidente al ser humano. Quien tiene esta experiencia sabrá que la verdad
existe aunque nada sabe sobre ella.
Esta
búsqueda resulta inútil emprendida en el ámbito de la experiencia sensible.
Allí, donde las cosas particulares se le presentan al sujeto nada hay
verdadero; todo se presenta de un modo parcial y limitado, sin plenitud. Es
necesario por tanto buscar la verdad en otro ámbito y mediante otros métodos
que no encierren el error y la confusión. Ese espacio de conocimiento consiste
en la interioridad del ser humano y en él se entra por medio de la experiencia
intelectual de la introspección. Agustín invita a dirigir la mirada de la razón
hacia la interioridad del sujeto por medio de la razón especulativa (la razón
platónica). La verdad se abre en el corazón de los hombres que buscan dentro de
sí por medio de la razón: se ilumina (Iluminación) en él la
verdad movida por la fe. Solo entonces, cuando el hombre reflexiona, se revela
ante la introspección racional las verdades que su espíritu-alma encierra “en
su pecho”. “No vayas fuera, vuelve a
ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”.
Se ilumina
la verdad en él porque Dios depositó en el ser humano este conocimiento de
plenitudes. En eso consiste la gracia, a saber, en la revelación que Dios a
depositado en todos nosotros y que aguarda a ser despertada por aquel que
teniendo fe en la verdad emprende su búsqueda dentro de sí. Dios se ilumina (se
encuentra) en el corazón de los hombres.
“Así
como toda carencia es desgracia, toda desgracia es carencia”. “El
alma desordenada lleva en su culpa la pena”.
Sobre la moral y la política: (La ciudad de Dios): Que de Roma surja la nueva Jerusalén (a partir de la
conmoción que le supuso visitar Roma).
San
Agustín tiene una imagen universal de la historia en la que el protagonista no
es el individuo particular sino la humanidad en su conjunto. Entiende
que la Humanidad se dirige a un fin que no es otro que el del cumplimiento de
la Ciudad de Dios. Sin embargo no hay determinismo en su concepto de la
historia, esto es, el hombre y la humanidad en cuanto seres dotados de libre
albedrío (y por tanto mucho mejores que si no dispusieran de esta
libertad) tienen la capacidad de obrar según su voluntad de manera acorde o no
con la verdad y la ley de Dios.
Como ya hemos visto la fuente de la verdad es la
intimidad del hombre agraciado. En nosotros habita Dios-Espíritu Santo, por la
Gracia divina.
Son
aquellos en quienes la verdad se revela
finalmente quienes conocen la voluntad divina y la ley de Dios y quienes
podrán obrar moralmente bien acordes a la revelación. Dotados de libre albedrío
podrán seguir esta ley que han descubierto en ellos mismos o no, de ahí que el
ser humano sea un sujeto moral, luego susceptible de ser juzgada su voluntad.
El hombre puede hacer un mal uso de su libre albedrío y el mal/el dolor que
surge de su acción no es responsabilidad de Dios sino de cada persona.
Aquellos que no dispongan de la Gracia (o cuya gracia
no sea dilatada) aunque sí dotados de fe (en Dios, la Verdad, la Justicia y el Bien) podrán libremente seguir
a los doctores de la verdad (quienes conocen la verdad). Ellos también serán
sujetos morales.
La
humanidad en tanto que se comporta (formando la comunidad de Santos) según la
ley divina actualiza la Providencia Divina según la voluntad de Dios,
encaminándose a una meta o fin de la Historia. Éste consistiría en el
surgimiento (a lo largo de 6 etapas) de la nueva Jerusalén o ciudad de Dios a
partir de la ciudad Terrenal/temporal (o la Roma imperial).
Los
santos son peregrinos que habitan en la ciudad terrenal y su empresa se debe a
la Ciudad divina y lo que les mueve es un amor está puesto en Dios y su
voluntad, en la verdad y la justicia. Frente a ellos el linaje de Caín,
aquellos que su amor lo ponen en sí mismos y los valores terrenales-materiales,
no los divinos.
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