Friedrich
Nietzsche[1]
Biografía:
Nace
en Röcken1844 en una familia de tradición protestante. Estudia filología
clásica y teología en Bonn. Con veinticinco años ocupa la cátedra de filología
en Basilea. En 1979, enfermo, abandona su puesto como profesor; desde entonces
vive de su trabajo como escritor y se dedica a viajar por Europa buscando el
clima y las gentes de los países meridionales. En 1889 pierde la razón e
ingresa en un sanatorio de Jena. Muere de apoplejía en 1900 sin haber superado
la enajenación.
- Obras principales: Aurora, Así
hablo Zaratustra (Also sprach Zaratustra),
La genealogía de la moral, Humano demasiado humano, Ecce Homo (Autobiográfica),
El nacimiento de la tragedia[2].
Contexto
Histórico:
Se producen importantes
modificaciones tanto a nivel de la estructura de la sociedad como del mundo de
las ideas. Se desarrolla el modelo del capitalismo industrial, cambian las
alianzas políticas y el reparto del mundo se hace siguiendo los presupuestos
colonialistas mediante la explotación de nuevos territorios en la búsqueda de
materias primas.
En
Europa: preponderancia de Prusia y unificación alemana (1871). También se
unifica Italia (1870). Se entra en un clima de crisis respecto al supuesto
fracaso de la Revolución francesa. Ello genera una respuesta reforzándose los
sistemas de control social que sentará las bases para los futuros
totalitarismos del siglo XX. Al mismo tiempo la concentración de la población
en núcleos urbanos e industriales obliga a los Estados a tomar medidas de
planificación y control de estas poblaciones y así adecuar a los trabajadores
de la mejor manera posible a los entornos y las necesidades de la producción.
Surge un importante incremento de
los nacionalismos vinculado con las disputas competitivas del imperialismo colonial
en el control por los mercados. También surgen significativos nacionalismos
reaccionarios a los movimientos de ocupación.
En las
distintas artes destacan principalmente el movimiento pictórico impresionista:
Degas, Renoir, Manet, Monet, Van Gogh, … Frente al realismo, reclaman una
manera personal de entender la luz. En literatura destacan autores como Dickens
(Oliver Twist, Casa Deshabitada,…)o Dostoyeski (Crimen y Castigo, El jugador,
Apuntes del subsuelo). En sus obras se muestra la situación del individuo
ante la sociedad industrial, así como el efecto devastador del nihilismo en la
persona. En Música destaca la figura de Richard Wagner cuyas composiciones
exaltan la vitalidad a través de las antiguas mitologías.
Estamos
ante el final de los últimos sistemas filosóficos (Hegel). En su lugar comienza
la proliferación de multitud de corrientes como reacción al sistema Hegeliano:
Schopenhauer, Kierkgaard son dos de los ejemplos más notables.
El
pensamiento evolucionista fundamentado en las tesis de Darwin sobre el origen
de las especies acaba por implantarse. Influye de manera notable en la
percepción positivista de la Historia como se ve fácilmente en la Teoría de los
tres estadios de Augusto Comte.
Como reacción a los antiguos
sistemas filosóficos, entre algunas de las nuevas corrientes se reclama la
necesidad de recuperar una vitalidad que se había perdido. Se empieza a
reconocer la importancia del cuerpo tanto en la filosofía teórica como en la
práctica. Primero Schopenhauer y Kierkgaard, luego Nietzsche y Bergson,
Unamuno, así como la fenomenología de Husserl suponen un importante paso en
estas cuestiones que sentarán las bases para toda la filosofía del siglo XX.
Nihilismo:
Se
trata de un movimiento histórico peculiar de la cultura occidental no
atribuible a una época particular sino al destino general. En la frase “Dios ha
muerto” recoge Nietzsche la historia de Occidente y la entiende como que al
mundo suprasensible le hemos acabado por restar en su totalidad la pretendida
función ordenadora de la existencia. El mundo suprasensible ha perdido toda su
fuerza obligatoria y constructiva, luego el hombre ha perdido su orientación.
El nihilismo posee dos caras, una
negativa: como esencia de la tradición platónico cristiana y otra positiva: la
cota cero o punto de inflexión a partir del cual es posible superar las
condiciones que han hecho que Europa se anonade.
Crítica
a la moral:
La moral platónico-cristiana, una
moral descendente, coloca el centro de los intereses humanos no en esta
vida, sino en la otra. Esta moral en cuanto que aniquila todo aquello en que se
manifiesta la fuerza y la vitalidad propias al hombre en favor de unas
ficciones inhumanas así como en cuanto que ha llevado a la larga al hombre a desvalorizar la vida y a
renunciar a la creencia, supone un nihilismo o anonadamiento.
El devenir o cambio natural, el juego de
contradicciones en que consiste la vida, es ignorado al sostener un conjunto de
valores absolutos y trascendentes al hombre (como la Verdad, el Bien, la
Belleza, la Identidad, la Sustancia, ...).
La base
y garantía del orden moral tradicional es Dios, en tanto que supremo juez y
paradigma absoluto de la perfección y la verdad. Así pues negarlo, como hacen
los contemporáneos, supone un primer paso para devolver al mundo y a los
hombres a su inocencia inicial. Por eso, la culminación del nihilismo como la
negación o muerte de Dios que tiene lugar en la época del positivismo es la
situación de partida para el retorno a esa época de exaltación de la vida.
Con
anterioridad la Ilustración supuso ya la muerte de Dios, pero esta tarea
resultó incompleta, pues sólo se derribaron los dogmas teológicos de la iglesia
y en su lugar se elevaron otros nuevos de signo racionalista que siguieron
manteniendo el dualismo cristiano con el consiguiente desprecio de la
carnalidad del hombre. Así pues los nuevos ideales laicos (progreso, derecho,
historia, ...) tomaron el relevo colocando en la Razón la garantía y el sentido
de lo real y negando cualquier otra posible fuente de verdad.
Este proceso
histórico que se sostenía en el cristianismo a fin de cuentas supone la
descomposición del mundo verdadero, el mundo que deviene o cambia. A fin de
cuentas por miedo a enfrentarse a la vida y a su natural desconcierto ya sea
mediante los principios laicos ilustrados o mediante los dogmas cristianos lo
que se ha pretendido es una petrificación del mundo y esto es
precisamente a lo que Nietzsche se opone, el mal o enfermedad de Occidente.
La
permanencia de la razón y de su moral, a pesar de la muerte de Dios, pone en
evidencia que el monoteísmo es mucho más hondo y más antiguo que el
cristianismo: es algo socrático-platónico, y consiste en la entronización de la
conciencia frente a los instintos, en la desconfianza en las pasiones y en la
tendencia al igualitarismo frente a la diferencia. En definitiva se trata de
una voluntad de calumniar la vida ejercitado desde una voluntad débil,
impotente y resentida ante el devenir. En otras palabras, en realizar la muerte
en el seno de la vida.
Frente
a esta amenaza lo primero es tomar conciencia de la muerte de Dios y de
cualquier monoteísmo de los valores. Pero esto no debe significar la
eliminación de lo divino. Todo aquello que amplía y multiplica las perspectivas
del hombre, en lugar de confinarle en la contraposición excluyente entre bien y
mal, todo eso es divino. Lo divino aparece más allá del bien y del mal. El
hombre ha de buscar su liberación frente a la moral excluyente, monótona,
represiva y exterior a él, ha de pretender descubrir y darse su propia ley.
Tiene que afirmar el sentido de la tierra en la afirmación de la unidad de
contrarios y por ello rechazar el dualismo o división de mundos (mundo
verdadero-mundo falso), y en su lugar afirmar y hacer frente al mundo como
devenir donde se conjuga las razones con las pasiones.
Negación
de la posibilidad de la metafísica.
La metafísica de la tradición
desconfía del mundo terreno “aparente y efímero”, e inventa otro mundo
“verdadero y real”, el mundo de las ideas y de los valores absolutos. Se
desprecia el devenir y se describe el ser como uno e idéntico. De esta manera
la realidad se cosifica, se reduce a una sola lectura y se desnaturaliza
obedeciendo las exigencias del concepto, que siempre unifica e identifica en la
pluralidad una sustancia.
Frente
a la formulación conceptual y al uso unívoco del lenguaje, Nietzsche utiliza
las palabras de tal modo que escapan a la lógica del concepto, pues hacen
aparecer una pluralidad de sentidos que arruinan cualquier lógica fundada sobre
el principio de identidad. De acuerdo con esto Nietzsche reivindica la metáfora contra el discurso
conceptual como forma de acceso a la verdad conceptual. Cuando nombramos las
cosas habremos de hacerlo siempre de modo metafórico dejando que broten los
diversos sentidos posibles que pueden tener las cosas. Nietzsche pone en duda
el que con los conceptos aprehendamos el verdadero sentido.
Contra
el método platónico que reduce la diversidad sensible a la unidad de la
esencia, el método crítico propuesto por Nietzsche defiende una genealogía mediante la cual se
desenmascare cualquier pretensión de reducir lo plural a una identidad
original, a una única sustancia. El método de Nietzsche es hostil a toda
sistematización de ahí su aspecto fragmentario y aforístico.
Critica
a la mentalidad positivista, mecanicista y cientificista de la sociedad
industrial:
Siguiendo
el modelo de las ciencias se aspira a cuantificar todo aquello que es objeto de
experiencia aún y cuando dicha matematización del fenómeno suponga la
destrucción de su singularidad y de su diferencia frente a otros fenómenos. La
voluntad en esta época consiste en la homogenización (igualación) de lo
heterogéneo (lo diverso y diferente).
Las ciencias consiguen dar una
descripción exacta del mundo pero en este proceder lo vacían de sentido. La
ciencia es incapaz de expresar los valores que esconde la realidad, por el
contrario al describir la realidad lo que hace es matarla, presenta un cadáver,
algo estático y sin su vitalidad esencial, misteriosa y desbordante. Pero
Nietzsche no está atacando a las ciencias sino a cierto modo o metodología en
la ciencia: el mecanicismo positivista. El origen de este positivismo que pasa
a valorar a los seres por su utilidad social y que prescinde del concepto de
verdad substituyéndolo por el de validez no es otro que el de las posiciones
escépticas. Nietzsche se opone al vaciado/negación de la verdad; afirma la
verdad pero ni la dada en términos dogmáticos ni esa validez
utilitarista-positivista de la sociedad industrial.
Por
otra parte atribuye a la sociedad positivista el que se haya producido en la
ciudadanía una pérdida de lo divino (renuncia nihilista). El hombre ha acabado
por matar a Dios. Hastiado, cansado,
ha terminado por dejar de creer y buscar a Dios y de este modo lo ha matado.
Sin un referente siquiera del sentido del mundo, el hombre se siente perdido, a
oscuras, en tinieblas.
El
trabajo industrial ha acabado con las diferencias, se produce en serie y además
los productores son indiferentes y sustituibles. Los Estados han pretendido
masificar a los ciudadanos y unificarlos bajo un solo modo de vida, normalmente
el más adecuado a las formas de producción, en ocasiones fulminando cualquier
tipo de valores que se estuvieran dando en la sociedad y fueran contrarios a
los valores instituidos.
La
Voluntad de poder:
Nietzsche
concibe el ser (mundo y hombre) como devenir, como algo que se halla en un
proceso infinito y constante de cambio, es decir, algo que está siempre
haciéndose y que está siempre por hacerse.. Las manifestaciones de este ser que
deviene son múltiples y plurales, es decir, heterogéneas.
La esencia del mundo y de la vida
es la voluntad de poder, el derroche de vida, la vitalidad. Pero no debe ser
interpretada en sentido psicológico, como si de cierta facultad se tratara,
causa del cambio. La voluntad de poder es un resultado, es un espectáculo de la
puesta en juego de las potencias internas, diferentes entre sí y en ocasiones
contradictorias. La imagen, la representación del mundo como armonización de lo
plural es a lo que llamamos la Voluntad de poder. Esta voluntad es el síntoma
en el que reconocemos la puesta en marcha de esa vitalidad, esa fuerza interna
que caracteriza la vida ascendente, exuberante, derrochadora.
La voluntad de poder es el hambre
de posesión; es el apetito por tomar posesión de un mundo, es decir, por
hacerlo ser y hacerlo suyo. Esa posesión pasa por la entrega sin reservas y sin
miedo ante ese mundo; una conquista, un acto de amor con el que se fecunda y se
trae a la existencia un ser, un nuevo mundo que viene a ser entre las manos del
superhombre que juega con él despertando la vitalidad.
No
conoce límites. Una vida en la que se desarrolla esta voluntad de poder
necesariamente será poseedora de unos valores, estimará unos principios bien
diferentes de esa otra vida que tiende a la clausura, a petrificarse y a
aniquilarse poniéndose limites sobre sí misma al negar parte de su propia
naturaleza. De modo que el final del nihilismo y el triunfo de la voluntad de
poder ha de suponer una transmutación de los valores, es decir, un giro total
en la moral.
Lo
dionisiaco y lo apolíneo, la visión trágica de la vida:
Distingue
dos principios, lo apolíneo y lo dionisiaco que se corresponden a los dioses
griegos:
- Apolo: es el símbolo de la serenidad, de la
claridad y la medida, es decir, del racionalismo.
-
Dionisos: en el se encuentra representado lo impulsivo, lo excesivo y
desbordante, la afirmación de la vida el erotismo, la bacanal como afirmación
de la vida a pesar de los dolores.
Estas dos fuerzas se combaten
mutuamente pero no pueden existir la una sin la otra.
El vaivén de la vida es a lo que
Nietzsche llama contraposición . Lo trágico es un principio cósmico, es
decir, el mundo es un juego trágico de contraposición entre contrarios o formas
contradictorias. La naturaleza del hombre que en tanto que sujeto del mundo se
encuentra igualmente sometida al flujo de ambas fuerzas ha de hacer frente esta
realidad asumiéndola solo por medio de una voluntad plena del coraje necesario
para asumir la condición trágica de sí y del mundo.
El
Superhombre:
A
partir de Sócrates la Virtud deja de ser considerada como la felicidad y la
fuerza y, cayendo en un pesimismo racionalista, se la empieza a pensar como la
renuncia a la pasión y al goce. El cristianismo más tarde añadirá a la renuncia
un resentimiento fruto de una voluntad impotente para hacerse cargo de la
verdadera naturaleza del mundo y del hombre e invierte el ideal ético poniendo
como bueno y virtuoso todo aquello relacionado con lo débil, lo manso y lo
miserable.
Frente
al hombre de la tradición, ese que es un traidor a su propia naturaleza y que
dominado por el miedo a la incertidumbre, a lo plural y diferente, ha
diseccionado su conciencia y ha enterrado sus pasiones negando su carnalidad,
Nietzsche reivindica y anuncia la llegada de un nuevo tipo: el superhombre. En
éste la voluntad es poderosa y no conoce ni se pone límites, asumiendo la
propia naturaleza contradictoria (apolinea y dionisiaca). Es un tipo que no se
encuentra limitado por el miedo sino que lo domina y el riesgo y el dolor que
supone la vida es algo que comprende como necesario para poder ejercitar su
naturaleza y jugar con el mundo descubriendo los significados que en él se
esconden, tanto los valores hermosos como aquellos próximos al horror. El
superhombre es un tipo íntegro, entero, en el cual las razones del
corazón y las de la razón se articulan entre sí estableciendo una auténtica
unidad.
El
superhombre no solo será la realización de la humanidad, sino la realización de
algo más hondo: encarnación de a voluntad de poder, de la esencia de la vida y
de la moral ascendente. La acción del superhombre no se ejercerá
mediante el poder político , sino en la medida en que como artista dé
forma a la masa humana. Mediante el arte, liberada la creatividad de toda
limitación, se realizará la pura afirmación de las infinitas diferencias. El
mundo se enriquecerá al romperse la monotonía de significados en la
autoafirmación del individuo.
El arte
es el valor supremo porque es el que mejor corresponde a la voluntad de poder
en cuanto que impulsa al creador a superarse a sí mismo, ampliando el mundo y
reafirmando toda la realidad al magnificarla. El arte es embriaguez y juego,
ruptura y alegría, como también es desconcertante y doloroso, peligroso y
seductor. En este sentido diremos que el superhombre es el héroe estético.
Nietzsche ilustra en el primer
discurso de Zaratustra el proceso histórico de transformación o metamorfosis de
la humanidad mediante tres figuras:
- El Camello: el cuál está siempre
sometido a ataduras y a la disciplina de una fuerza exterior.(El proceso del
nihilismo).
- El León: el gran negador,
feroz, dispuesto a liberarse de las cadenas. Rechaza cualquier forma de doma y
norma exterior. No conoce amo ni dios. (Es la culminación del nihilismo). Pero
tiene la necesidad de liberarse de su autosuficiencia para convertido en niño
vivir libre de prejuicios y afirmar unos nuevos valores.
- El niño: dice sí a la vida sin
reparos y en su afirmación establece nuevos valores. Es perpetua alegría, sin
miedo a jugar y a desbordar lo establecido dando nuevos sentidos a las cosas.
Descubre y se aventura, su mirada percibe el misterio y su curiosidad y
atrevimiento le lleva a sumergirse en él.
El hombre superior hace caso
omiso de los prejuicios de la gente. No cree en la igualdad y dice sí a las
jerarquías, a la diferencia entre los hombres. No tiene miedo de ser diferente
al resto. No es un animal de rebaño como el camello, manso y dócil, pero
tampoco es un mero destructor. El superhombre es un creador, es un artista,
siente amor a la vida y por eso la exprime en una aventura.
Eterno
Retorno:
Pasado
y futuro eternos son el tiempo total: si el pasado es infinito, todo lo que
puede suceder ya ha sucedido. Si el futuro es infinito todo lo que puede
suceder ya sucedió; en él volverán a ocurrir todos los acontecimientos. En
síntesis, todo lo que transcurre dentro del tiempo tiene que haber transcurrido
ya siempre y volverá a suceder perpetuamente. El tiempo por tanto es
repetición; pero repetición no selectiva, es decir, vuelve lo bueno y lo malo,
por eso el progreso (como camino de perfeccionamiento hacia la verdad absoluta
= Dios) no existe.
De este
modo logra Nietzsche negar el tiempo destructivo (lineal-cristiano) que termina
por hacer desaparecer las acciones diluyéndolas en el pasado. Cada acción de
cada individuo, cada acto de creación es eterno a pesar de poder tener la
apariencia de la caducidad. El hombre actúa
con conciencia de eternidad, plenamente responsable, consciente de que graba en
la historia algo indeleble, para lo bueno y lo malo, plenamente comprometido
con su acción: graba a fuego.
[1] Nota: Los siguientes apuntes han
sido redactados a partir de los estudios de Nietzsche recogidos en las
siguientes materiales escolares: Historia
de la Filosofía de Julián Marías; Historia
de la Filosofía de los profesores Navarro Cordón y Calvo Martinez, Diccionario de Filosofía de José
Ferrater Mora, Historia de la filosofía
del I.N.B.A.D. así como las notas de clase del profesor Pedro Arranz Arribas.
[2] Todas ellas se encuentra publicadas en ediciones
económicas y con buenas traducciones, en la Colección de Bolsillo de Alianza
Editorial.
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