Aristóteles: sobre
las virtudes.
La herencia socrática alcanza a Aristóteles en el ámbito de la ética.
Como Sócrates o Platón, a su manera, también él parte de la idea de que la
acción virtuosa ha de ser una consecuencia del ejercicio de un saber. Ahora
bien, matiza que no toda conducta human virtuosa es producto del ejercicio del
entendimiento. Señala que gran parte de nuestra actividad es el resultado de
procesos mecanizados llamados hábitos en los que no hay intervención del entendimiento.
A eso hay que
sumar otra diferencia con Platón y que consiste en la defensa de la enseñanza
de la virtud.
Según él,
existen dos tipos de virtud:
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Las virtudes dianoéticas:
son aquellas que asociamos a la dimensión racional del ser humano. El
entendimiento puede a lo largo del tiempo adquirir ciertos conocimientos que disponen
al hombre hacia la acción adecuada, justa o buena. Quien posee el saber teórico
puede obrar virtuosamente y así actuar consigo mismo y con el resto de los
seres en relación a la naturaleza de cada uno. Aristóteles afirma que la adquisición
de la sabiduría práctica, las ciencias, el arte (entendido como saber técnico)
hacen al ser humano virtuoso en sentido dianoético. Las virtudes éticas son ese
saber práctico que permite materializar en acciones el saber teórico o
contemplativo de la razón.
Añade una virtud más, a saber, la prudencia. Para
él el aprendizaje de ésta faculta a la razón tanto en su dimensión teórica (el
aprendizaje de los conceptos) como en su faceta práctica (aplicación del saber
teórico en el día a día). Será una virtud fundamental ya que sin ella,
resultará muy difícil que el ser humano aprenda las virtudes éticas.
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Las virtudes éticas: son
las relacionadas con los aspectos irracionales de la conducta humana. Para
Aristóteles son la consecuencia del aprendizaje de aquellos hábitos que por
contribuir al bien de la propia
naturaleza son buenos. Por el contrario habrá hábitos que atenten contra la
propia naturaleza impidiendo el desarrollo del ser y la consecución de sus
fines así como de la felicidad.
La virtud es, por tanto, un
hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros,
determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente.
Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. ("Ética a Nicómaco", libro 2,
6)
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